Montaña rusa

Montaña rusa

Subo al techo y a mi derecha, cuando la contaminación lo permite, puedo ver a lo lejos a la pareja más mítica de mi país: Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Giro a la izquierda y puedo ver uno de los parques de diversión más conocidos de México, lo traigo a mi memoria y extraño mi hogar en Ciudad de México.

Las montañas rusas nunca han sido de mi agrado, pero la primera vez que me subí a una fue precisamente a esa que puedo ver desde la cima de mi casa al sur de la Ciudad de México, esa que lleva el nombre del súper héroe más súper héroe de todos. En fin, me aterra ver hacia ella. Nunca volvería a subirme a una montaña rusa, me dije un día, hasta que, bueno…. llegó mi diabetes.

Cuando los que vivimos con diabetes nos referimos al término “montaña rusa” no es sólo a la pequeña imagen que representa nuestros niveles de glucosa en una gráfica en nuestras libretas, apps, medidores de glucosa continuos y demás. ¡Noo! Literalmente es sentir que bajas en picada a una velocidad aterradora y que subes y subes y subes… y el miedo te deja inmóvil.

He pasado unas semanas algo ajetreadas con mi glucosa, unas gráficas tan tremendamente necias llenas de subidas y bajadas… Ya me decía una amiga que hablara con ella y le dijera que se relajara…

¡Caray!… ¡coopera! ¡tú y yo somos amigas, diabetes!

Me frustro, tiemblo, me enojo, mi cabeza duele y comienzo a ver la fatalidad en la posibilidad de que el carrito salga disparado de la vía o bien, me visualizo atascada por horas ahí con los pies de cabeza. Es un conjunto, son todos mis sentidos subiendo y bajando, es involucrar mi estado físico y emocional a estar en ese pequeño carrito de la vida con diabetes.

No sólo mi glucosa parece una montaña rusa. Vivir con diabetes lo es totalmente y a veces, sólo nos queda aceptar que hay que aferrarse con fuerza al carrito, ponerse el cinturón de seguridad y esperar la inminente bajada o subida.

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *