Te casarás con mi diabetes

Te casarás con mi diabetes

Te vas a casar con mi diabetes.

Y no hablo exclusivamente del amor, de ese amor que baila en torno al deseo e ideal elevado de vivir desde el principio al fin del universo siendo uno.

Hablo de que te casarás con mi diabetes si vienes a mi vida, si compartes tu tiempo, si los fines de semana me acompañas a escoger un vestido o si por la tarde te sientas frente a mí con un café para contarme tus alegrías. Entérate de que te casarás con mi diabetes si tu vida se une a la mía ya sea como amigo, como hermano y sí, también amando de esa otra forma.

La gente suele recordar una cosa de la diabetes, una sola: la diabetes está relacionada con comer.

Y sí, no te lo voy a negar, la diabetes sí está relacionada con comer.

Pero ocurre algo increíble cuando dejo la mesa y me alejo del plato… La diabetes sigue ahí.

Está ahí cuando voy a dormir con un miedo latente a morir y cuando unas horas después una hipoglucemia en la oscuridad me vuelve a recordar el por qué. Está ahí cuando elijo mi ropa y escondo con alguna prenda los hematomas que hay en mis brazos, está ahí cuando no puedo acompañarte a algún sitio porque tengo que visitar a algún médico o cuando no tengo el dinero suficiente para salir porque lo he gastado todo en insumos.

La diabetes está ahí cuando quiero divertirme y tomar una copa de alcohol y no te miento, tendrás que cuidar de mí un poco, recordarme que mida mi glucosa o que consuma carbohidratos. La diabetes estará conmigo cuando te pida que me acompañes a una caminata porque mis niveles no son los mejores y parece el mejor remedio.

Estará ahí cuando esté llena de llanto y enojo y levante el teléfono sólo para reconfortarme con tu voz. La diabetes no soy yo, pero me acompaña y quizá la oigas en el fondo de mi voz cortante y enojada un domingo por la tarde cuando mi glucosa esté en un nivel escandaloso.

Estará ahí en mis sueños y, recurrentemente cuando te cuente cómo la he visto ser partícipe de ellos.

La diabetes también estará cuando me preocupe por ti, cuando te sugiera de vez en cuando hacerte una prueba de glucosa, comer más vegetales, tomar más agua.

Sabes, la diabetes a veces me abraza el alma. A veces me recuerda que estoy viva, a veces me recuerda que no sólo llegó a mí, sino que se expande y les recuerda a los otros que soy un ente que vive, que respira.

Si hoy llegas a mi vida y quieres permanecer en ella, te casarás con mi diabetes.

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